Thursday, June 05, 2008

La palabra. Inútil, trampantosa, desandada, no alcanza a expresar lo que dice significar.
Decir “amo” bien podría ser como decir que tengo necesidad de amor, así sin más.
Y de ese modo, “amar” a mi perro, “amar” a mi gato, “amar” a quien al menos en apariencia me ame.
Quién sabe lo que quiere decir esa palabra; si es una quimera o una cruel invención, una burbuja de jabón, efímera a la vista, libre al aire y mortal al tacto.
Decir “mar” es más parecido a lo que dicen es el amor.
No imagino un amor que no fuera azul, brillante como el sol en la cresta de las olas, o como los cardúmenes bajo la luz de la luna.
Pero, con todo, y con nada, y tal vez por esta misma situación de nulidad incontrastable, nadie entiende qué es el amor. ¿Dónde?, ¿Cuándo?,¿Cómo?, ¿Por qué? Y no encuentro respuesta que satisfaga mis cuestionamientos. Cualquier amago de respuesta es insuficiente a la demanda del vacío en mi pecho. Un eco notorio anuncia insoslayable el desierto de razones.
Dichosos los que lograron en 4 letras expresar la hondonada de sentimientos que se agolpan en el pecho en el instante mismo que el poniente transforma realidades y bucólicas miradas en arreboladas canicas fijas unas en otras, y de fondo la música fonética de verbo más aludido en este texto-que no veo qué es esto, si no un mero texto-.
Otros son parejas de criaturas de aire protagonizando un Chagall, a las dieciocho en un muelle.
Ni ellas ni yo, ni tú, ni nadie jamás entendimos lo que era el amor
Estoy condenada a estimar y a querer, sin el amor de Martín Romaña -por quimérico que fuera su delirio-, y cual Horacio Oliveira me perderé en un empedrado “París” en busca de un amor, que en su entelequia llama Maga.


-se disculpará la mala calidad del sonido del video, pero no imagino otra canción que acompañe, que no sea lobo de cardenales-

Thursday, May 29, 2008




Y yo
Te quiero
Y también tengo miedo
Siempre se hace oscuro
Con o,
Sin ti.

Saturday, May 03, 2008


Yo no quiero recordarte
hundir mi nariz en tu ropa
Releer neuróticamente tus cartas
tus mensajes en mi celular

No quiero evocar los poemas
las canciones
las pelis
todo lo nuestro
ni pensar en los aciertos o desaciertos

No quiero repasar tus manías
o los planes hechos
no quiero pasearme frente a tus recuerdos
y tener que recordarte…

Me rehuso a ser un cielo sin estrellas
Una mañana descolorida
Una bocanada de humo en los tejados
Noctámbula solitaria

Quiero que estés
Y recordar juntos esa vez, o aquélla otra
Porque lo que yo quiero, lo quiero contigo
Porque sin ti soy un montón de plumas
que no saben volar

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Monday, April 28, 2008

Mi nena de Concreto


Desde que tengo uso de razón vivo entre concreto: mi pequeña Trujillo. Hurgando en los recuerdos de mi infancia evoco las altas palmeras, el viento cálido, sol radiante, las casonas coloniales, casas de un piso levantadas al compás de la modernidad de los 70’s. Recuerdo las caminatas nocturnas con mi abuelo y mi tío Mario, quienes luego de llegar del trabajo, gustaban recorrer un par de calles hasta la Plaza de Armas, ponerme a jugar en el Monumento a la Libertad –cuyo creador nunca pensó que en las ribeteadas lozas de su estructura, los niños encontrarían un perfecto tobogán-, para luego caminar de regreso a casa escuchando nítidamente el eco de nuestros pasos, bajo la soledad de los faroles amarillos, relajados con el masaje de la noche.
En aquel entonces vivíamos en un antiguo pasaje del centro histórico de Trujillo, al que luego de algunas peripecias domiciliarias finalmente he regresado. Ya no soy una nenita de 7 años, ya no habito la antigua casa de los abuelos, ni salgo a caminatas nocturnas.
Algunas cosas han cambiado.
El olor a concreto caliente de otrora ya no se percibe, y en vez de ello huele a polvo, a contaminación, y –aunque suene físicamente imposible- huele a ruido.
Por las noches, me apresa un retorno: mis dos hombres a paso lento a través de el angosto y largo Jr. San Martín, y yo media cuadra delante, sintiendo que al correr lejos de ellos tenía libertad. Corro y corro tan a prisa como mis pequeñas piernas sieteañeras pueden ir.
Hoy ya no me provoca correr, salgo a caminar. Un apático “guachimán” congestiona el pórtico de una casona. Mi paso lo despierta. El pique de un automóvil quema el asfalto y al doblar la esquina delante de mí, un distorsionado ruido se aúna al de las llantas: la velocidad provoca el retardo de un monótono reggeaton.
Camino durante media cuadra, al final de la cual advierto que voy demasiado rápido, ¿huyo?. Sí, huyo de 2 tipos de vestimenta descuidada, facciones oriundas, menor estatura que yo, muy juntos, muy sospechosos, y bajo el amarillo del poste, puedo ver sus miradas fijas en mí, algún corte en las mejillas vividas.
Huyo del automóvil que reduce la velocidad al pasar por mi lado, de aquél otro que baja su luna para decir obscenidades.
Ya casi estoy en la Plaza de Armas de mi ya no tan pequeña amiga de concreto. El panorama monumental de la Plaza de Armas no es el de antes, algo parece haber perdido su magnificencia: La estatua a La Libertad merece mi crítica, las calles como pistas de baile de basura merecen mi reprobación, la gente malcriada mi repudio. De pronto siento pena por mí, ya no me dejo inundar de orgullo de mi veleidosa jovencita pues ha perdido un poco de su virreinal heroicidad.
Doy una vuelta a la plaza: lustrabotas, canillitas, gitanas, grupos de gays –que siempre se reúnen a las 10 pm-, gente...
Levanto los ojos: Tengo 7 nuevamente, las palmeras danzan de cara al viento, viejos cachivaches amueblan los techos coloniales. En el fondo es la de siempre, su espíritu está intacto, lo sé por la expresión imponente de las casonas; y es que como dice Ribeyro, cada vez iré sintiendo menos y recordando más; ¿y qué son los recuerdos, si no el idioma de los sentimientos?.

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Tuesday, April 08, 2008

Matamos lo que amamos para no morir nosotros mismos.

Thursday, March 27, 2008

declaratoria.

Friday, March 21, 2008

Aunque habían pasado tan solo algunos meses, el recuerdo de aquella noche parecía haberse oxidado por desuso. El trabajo, las cuentas y los bancos habían llegado a ser algo que ocupó tus días tanto que eran prácticamente toda tu vida. A pesar de ello, siempre había tiempo para ella. Con ella era una vida dentro de la vida. La vida de la vida.
Pero bastaba un momento. Detenerte un domingo por la noche como hoy, para reconstruir la angustia y la felicidad. Recordaste aquélla vez que ella te había echado de la reunión. Te había dicho que vayas. Lo dijo una y otra vez hasta lograr que te elevaras del asiento y con un fondo musical alegre dejaras la disco más triste que Garrik.
Te despediste de los demás con la mejor sonrisa que pudiste fingir, y le dedicaste la única mirada que tuviste para ella: la de un fantasma. No recuerdas cómo llegaste a la salida del local, ni cómo entre lágrimas le ordenaste al taxista que te lleve a tu caja. Tu caja de de 4 paredes y el techo como un lienzo vacío.
Alucinaste sobre el lienzo un inmenso río salado en el que nadaron como peces sus manos, piedrecillas crueles como sus ojos, su cintura en la corriente, y en la arena blanca sus mejillas que brillaban como regadas de trizas de oro.

Supiste que era el alba cuando la humedad barrosa llegó a tu olfato, y tras el retumbo de la puerta, se definieron sus tacones raudos hacia ti.
No había llevado el pan, sólo llevó su metro 68 al umbral de tu puerta, dibujó su silueta contra la niebla del amanecer invernal, y te dirigió unos ojos que lo dijeron todo.
Ella lloró y tímida, te dijo 2 palabras. Tú le ofreciste tu mano y ella la puso en su corazón desnudo. Y en un abrazo prolongado se hicieron el amor, y se perdonaron.

El alba fría había juntado sus cuerpos debajo del cobertor acolchado; y hoy, como aquélla vez, vuelves a pensar qué miedo mañana si no la tuvieras a tu lado.

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