
Qué feliz fui ese verano. Yo tenía apenas 13 y tú bordeabas los 16, caminábamos rutas interminables hasta la playa Azul. Lo recuerdo todo. Te gustaba la Pochita Gómez, pero eras tan tonto que no le decías nada por que era gordita, tampoco me lo contaste a mi, pero me hablabas todo el día de ella, y no te conoceré yo…siempre te conocí. Siempre. Cuando íbamos en bicicleta era mejor. Ahora que vengo en auto, no sé si podría repetir mis pasos en bici, como esos días. Manejábamos cuando aún no había carretera y todo era un afirmado de tierra. Íbamos con paciencia, juguetando todo el camino, dejando marcas en zigzag sobre la tierra, intentando caballitos, rozándonos las llantas, chocándonos, en interminables conversaciones de adultos siendo casi niños y de niños creciendo. Yo llevaba el bloqueador que untaba en tu rostro, en tus brazos, pidiéndote: ¡quieto!, por que aunque eras mayor que yo, eras un nene inquieto. Llevabas tu gorra de la U y yo, mi sombrerito de paja (que alguna vez te encargabas de adornar con una flor). En la canastita de mi bici, una toalla grande y una lata de atún, en una bolsa en tu mochila, iba el pan. En ese entonces yo odiaba la cocina, y esa comida improvisada era lo mejor que en ese entonces, juntos podíamos hacer (¡tu aún carroñeas cualquier cosa!). Tantos recuerdos…cuando mis padres tomaron su segunda luna de miel ese verano, y me dejaron en casa con la abuelita, subíamos a mi techo, nos enfundábamos en mi sleeping y dormíamos de cara al cielo estrellado, mi abuelita ni enterada: divagábamos sobre el nombre de esta y esta otra estrella. Tu prometías que esta era Proximas Centauros y esta otra la Osa Mayor, la Cruz del Sur y ya yo estaba dormida. Cuando despertaba al alba, tu siempre estabas mirándome, y me decías con un puchero que me había quedado dormida mientras me explicabas todo. Yo te adoraba por arrullarme y te abrazaba por no despertarme (claro, ambos sabemos que lo habías intentado infructuosamente, pues duermo como lirón).
Te encantaba contarme historias de chicas, inventabas grandes conquistas, pero al final siempre terminabas por contarme la de tu único gran amor, esa chica Camila, y siempre me hacías llorar con esa historia, la historia de tu gran corazón. Hasta hoy me haces llorar con esa historia: que se encontraron en el extranjero, que desde aquél momento viven juntos y tienen dos nenes preciosos...
Una vez, frente a la playa, ese mismo verano, mirando los caballitos de totora deslizarse en el mar, me enternecí tanto con tus palabras, que lloré. Me habías estado contando, entre otras cosas, que te escapaste de tu casa por verla, que hablaban horas interminables en el teléfono hasta el siguiente día, que te castigaron por las locuras de amor que hacías por ella y que mientras tu papá te gritaba, todo eso te daba mucha risa, me contaste que ya no la veías pues se había ido de la ciudad, que esperabas verla algún día. El ruido de mi llanto hizo que voltearas sorprendido. Imagino que no entendiste por qué lloré. Ahora lo preguntas y ha pasado tanto tiempo y tantas horas entre tu y yo, y tantos días y recuerdos perdidos y días no vividos junto a ti, que sólo atino a responderte que la gente llora cuando no entiende la felicidad o cuando no entiende la tristeza, pero que ese día no entendí mi inmensa dicha de estar a tu lado, ni entendí que te amaba. Ahora te digo que guardo un secreto, que a nadie he dicho porque yo a nadie le hablo de ti, sólo hoy digo y te aseguro que ese verano fui muy feliz.
Te encantaba contarme historias de chicas, inventabas grandes conquistas, pero al final siempre terminabas por contarme la de tu único gran amor, esa chica Camila, y siempre me hacías llorar con esa historia, la historia de tu gran corazón. Hasta hoy me haces llorar con esa historia: que se encontraron en el extranjero, que desde aquél momento viven juntos y tienen dos nenes preciosos...
Una vez, frente a la playa, ese mismo verano, mirando los caballitos de totora deslizarse en el mar, me enternecí tanto con tus palabras, que lloré. Me habías estado contando, entre otras cosas, que te escapaste de tu casa por verla, que hablaban horas interminables en el teléfono hasta el siguiente día, que te castigaron por las locuras de amor que hacías por ella y que mientras tu papá te gritaba, todo eso te daba mucha risa, me contaste que ya no la veías pues se había ido de la ciudad, que esperabas verla algún día. El ruido de mi llanto hizo que voltearas sorprendido. Imagino que no entendiste por qué lloré. Ahora lo preguntas y ha pasado tanto tiempo y tantas horas entre tu y yo, y tantos días y recuerdos perdidos y días no vividos junto a ti, que sólo atino a responderte que la gente llora cuando no entiende la felicidad o cuando no entiende la tristeza, pero que ese día no entendí mi inmensa dicha de estar a tu lado, ni entendí que te amaba. Ahora te digo que guardo un secreto, que a nadie he dicho porque yo a nadie le hablo de ti, sólo hoy digo y te aseguro que ese verano fui muy feliz.
Labels: remembering
2 Comments:
qué bien que estés nuevamente traducida en palabras... provoca leerte... y algó más.
incendiemos truxillo...
Post a Comment
<< Home