LO QUE NO LES HE CONTADO NUNCA es que en mi techo hay un palomar donde viven siete palomitas. Todos los dìas al llegar a casa del cole corro a buscar si hay nuevos huevitos en sus nidos, cosa que me emociona tanto como cuando es víspera de navidad, aunque son emociones diferentes, claro, porque ésta sólo me da los últimos meses del año. Pero esa ya es otra historia que luego les cuento.
Lo que les decía es que siempre voy al palomar y cada vez que llego las palomas salen volando por todo lado.
Me da risa porque a veces se confunden y salen volando por donde yo llego y nos chocamos y es como si la paloma gritara y yo también y sale volando aturdida porque ya no sabe en donde meterse y yo me río tantoo. Y ya me estoy riendo mucho de sòlo acordarme, para que se den una idea, me rìo como de aquí al edificio servat (que es altísimo). Y sì, siempre se portan así, las asusto tanto que se les paran las plumas.
Pero otras veces sòlo quiero que se queden allì tranquilitas conmigo cuando entro, y me acompañen porque estoy triste. Entonces en vez de entrar corriendo para pegarles el susto, voy despacito tipo pantera rosa y todo es silencio y luego ¡plufplufplufpluf! : se oyen los aleteos atolondrados de las palomas huyendo.
Algunas se quedan no se porqué. Se me ocurren muchas cosas como que tienen pereza de volar en ese momento, tienen sueño, están embarazadas, no me tienen miedo, o también porque saben que tengo pena. Yo de verdad creo que es esto último porque luego les cuento todo lo que me pone triste y ellas me oyen atentas y me consuelan con una mirada tierna de esos ojitos negritos que me miran fijamente.
Además me ponen alegre. Parece que ellas supieran que me da mucha gracia ver esos pliegues arrugaditos que aparecen cuando cierran los ojitos y que son sus párpados y por eso abren y cierran los ojitos un montón y luego siguen mirándome fijo.
Por eso me gustan mis palomitas perezozas, soñolientas, embarazadas o comprensivas. Por eso me gusta ir al palomar de mi techo, por eso y muchas cosas mas, infinitas cosas, incontables como la arena, como las estrellas, no se imaginan ustedes lo lindo que es estar allá arriba. Y hay un sol riquísimo a esa hora, pero nunca tardo mucho en escuchar a mi mami Katha, mi abuelita, llamándome a almorzar.
Ya les conté un poquito del palomar. Ya me voy porque acaba de pasar por aquí Nancy (mi gatita siamesa) y ¡me han dado unas ganas de darle un gran apachurrón!, pero luego les cuento más, ¿ya?. ¡AsIóOs!