CUMPLEAÑOS

¡Once!, exclamó el abuelo más cano que nunca ante la juventud primeriza que le sonreía en frente. La madre: ¡once!. Exclamando con ansiosa incertidumbre –un atisbo de temor-. ¿Qué miedo?, le dije. ¡Sí, qué miedo! -respondió madre- “ya no falta nada para los 15, y menos para los 14, pero la verdad es que cosa se pone dura desde los 12”. Reí. Miraba como siempre en silencio, sin creer que una década separó nuestros nacimientos, que un mismo vientre nos acogió, pero no la misma cuna de vida.
¿Entonces te gusta?-preguntó la madre-. Le había encantado, todos sus regalos le habían encantado. ¡Ah!, y también le había gustado el polito que le regaló Carlos. ¿Carlos?-pregunté mirando a madre- ¿Carlos había estado aquí?. No, -dijo madre- fue a mi oficina y dejó el regalo y una tarjeta, lo invité a la casa, pero se excusó diciendo que tenía demasiado trabajo.
En esta casa primero se abren los regalos y luego se cena: Una papita dorada mientras pienso que después de tres años, lo que mejor resultó fue su amistad con mi hermana. En Mayo no hubo ningún saludo, nunca más alguna suerte de “él y yo”.
Labels: soledades azules
1 Comments:
hay una estela de ausencia, un halo de melancolía que me gusta. Es siempre un placer leerla, señorita Nana.
Besos.
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